Gimnasia de barrio para señoras y artistas

En una de estas tardes de viento caleño me fui al parque con mis amigas de la tercera edad a mover el esqueleto y las coyunturas. Fue imposible no mencionar una vez más al 15vo Salón Regional Zona Pacífico mientras estirábamos las piernas. Una de mis amigas chismorreaba sobre lo que había visto y escuchado en la reunión a puerta cerrada con MinCultura, que los de Popayán indignados había hecho no se que proceso judicial, lo cual si me pareció un poco exagerado, pero compresible en medio de la confusión, los daños y perjuicios. Pero lo que más me llamó la atención fue su afirmación: «lo que pasa es que la gente se dejó llevar por un par de críticas que hicieron dos personas de la ciudad, Miguel González que no es crítico sino curador y el otro al que nadie lee».

Reitero mi posición al respecto mencionada en entradas anteriores en este mismo blog (Léase De la reflexión crítica a la criticadera hay un solo paso, Cuando no haya que echarle a la olla haz un poco de arte o La pelea y el bochinche… no hacen falta),  y es que la crítica no es solo un asunto de expertos con título o trayectoria, sino que en el ejercicio de acercar el arte y la cultura a nuevos públicos, el público está también en capacidad de formarse su propio criterio aún sin necesidad de haber pasado por una universidad o de ser avalado públicamente. Yo no necesité leer las otras críticas para también coincidir en que las exhibiciones inaugurales del Salón en La Tertulia tienen varios problemas, y que excede al conocimiento del público las pequeñas o grandes querellas internas entre curadores y artistas, o entre grupos de artistas de la ciudad. Varias personas que hacen parte del público caleño también han manifestado descontento y no son personas de la escena artística local. Creo que el arte no es algo que deba gustarle a la gente, sin embargo creo que todo lo que ha suscitado este Salón demuestra muchas más cosas de fondo y no solo formales.

Como público uno visita las exposiciones y a pesar de los días yo sigo sintiendo una especie de sinsabor y vaciamiento, que aún con que me lo expliquen (el guión curatorial de las expos de La Tertulia), el resultado me sigue pareciendo aburrido, pero bueno, quizá esto tenga que ver con mi gusto, así que bueno sea que se cuestionen también aquí (en el espacio virtual) esas ideas preconcebidas propias o no, o las contradicciones de mi discurso y mi espíritu.

Quizá este vaciamiento sea finalmente lo que los curadores han buscado incansablemente tras su propuesta: un vaciamiento en la comunicación y en el discurso como lo reconocen en sus declaraciones, sin embargo este vaciamiento del discurso deja al público más perdido que nunca ante las manifestaciones del arte contemporáneo local. Curiosamente tras todo este debate lo que más se han producido (y reproducido) son justamente los discursos a favor, en contra, neutrales o reflexivos. En últimas celebro justamente esta movilización que lleva al ejercicio discursivo desde lo hablado hasta lo escrito, pasando por los memes y los chismes; quizá haya allí algo muy valioso, analizar, por ejemplo, lo que se escribe sobre el arte en Cali.

Siendo apasionada de la culinaria, como del arte y de la lectura, me he aventurado a escribir este blog desde mi opinión de ama de casa. No soy crítica, ni curadora, ni mucho menos, pero creo justo que, aún siendo ama de casa, yo pueda también formarme un criterio estético haciendo parte del público que consume la cultura de la ciudad. También creo que tengo el derecho de abogar por una educación sin escuela en mi casa mientras tejo, hago el almuerzo y leo. Es justamente allí, en el seno de lo más cotidiano que conecta con lo global que encuentro algo interesante para reflexionar.

Sobre la criollización en la estética Claudia Díaz escribe, y muy bien, un par de textos que no buscan polemizar sino ir al interior de lo que esta aparente ausencia de ejercicio discursivo propone. Pero no es solo que la forma retórica de los textos sea bella, sino que profundiza mucho más en algo que ha saltado a la superficie una y otra vez en medio de toda esta algarabía artística. Al final de ¿Qué es la criollización? A propósito de la estética de la relación, Díaz afirma:

Un cartapacio anillado bajo el brazo de un curador donde Glissant entra en mixtura con Wenjamin, y Deleuze, con Derrida y Bourriaud. Un nombre exótico en la cita de un catálogo. Un ansia de libertad insatisfecho.

Porque es un hecho que la criollización es una práctica artística más. Un hecho cultural y una moda. Quizá en el peor de los sentidos, un lugar común.

Yo me pregunto ¿A quién no le ha pasado esto? No me salvo, ni cocinando papitas criollas (es más, voy a ostentar una cita franchuete más abajo).

Y al final de El caso de Reuniéndo Luciérnagas como un fenómeno de criollización curatorial:

En la sala de exposición transformada ahora en un gabinete de exhibición según los juegos recientes de esa Gramática Universal, tanto el artista como el observador se hallan a años luz de distancia. La comprensión es imposible. De hecho toda la escena se encuentra rarificada por la inconmensurabilidad. Público y artista no comparten los juegos del curador de tal manera que el sentido permanece opaco e inaccesible.

Es evidente que los curadores no tenían planeadas inicialmente las propuestas de exhibición que están en La Tertulia, lo cual salta a la vista y es evidente que se quedaron en la superficie al invocar grandes discursos difíciles de traducir en el contexto caleño, como lo menciona Díaz. Díaz expresa de manera escrita lo que a mi espíritu de manera intuitiva le ocurre frente a las tres curadurías inaugurales del Salón. Pero permita lector, por un momento, que me de la oportunidad de escribir sobre algo nuevo regresando al punto inicial de esta entrada.

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maloca circulando

Luego de la clase de gimnasia en el parque me fui caminando a la inauguración del espacio LOTE I realizado por Circular Presents Cali detrás de la Biblioteca Departamental en un lote aparentemente abandonado. Me motivaron dos cosas, una el lote y otra el que fuera en un espacio diferente en la ciudad al que se acostumbran las exhibiciones de arte. Cuando llegué al lugar hacía el típico viento de las 6 de la tarde y vi cómo de lo alto de la biblioteca se desprendía un gran tendido de sábanas viejas que hacía las veces de toldo de una especie de maloca hecha de tierra. La propuesta había tomado como material la misma tierra del lote para construir una arquitectura/escultura transitoria tipo site specific. Al interior de esta maloca se podía sentir cómo el viento elevaba las sábanas viejas haciendo ondas, modificando la iluminación interior, dejando entrar aire. Me sentí pequeña. Recordé por ejemplo las grandes esculturas de Ernesto Neto y cómo proponen vivir la experiencia estética de pasar tiempo dentro, de reencontrase con momentos simples a una escala gigantesca y comunitaria.

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el bicho de neto

Creo que LOTE I hasta el momento me ha parecido una de las propuestas del Salón más osadas y acertadas, pues en realidad cuestiona varias cosas, como por ejemplo, la circulación del arte, los nuevos (viejos) materiales que no solo han sido puestos en vitrinas, sino que están presentes y emplazados en el espacio público donde cualquier persona puede acceder. Han creado un mundo imaginario del cual hacemos parte desde lo cotidiano, para imaginar los sueños y vidas de quienes durmieron cubiertos por esas sábanas viejas o la precariedad de tantos hogares colombianos, pero también la belleza de lo precario y simple, o quizá una cultura ancestral desaparecida… una puede viajar a través del arte a varios lugares de Colombia sin necesidad de desplazarse geográficamente (como en algún momento lo propuse).

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noches de pasión

En LOTE I ha habido no solo el trabajo manual de obreros, sino también trabajo conceptual y es evidente aún para un público no especializado, pues sin necesidad de guión o texto escrito, logran comunicarse con el público. Por lo anterior mis más sinceras felicitaciones a este colectivo, yo tengo varias sabanas que irían geniales allí. La admiración que siento por esta propuesta no obedece a la escala sino a sus cualidades sensibles que hacen posible una experiencia estética abierta, no ya en la evidencia del pequeño coleccionista, sino en la gran colección de la ciudad y la cultura. El espacio público o los espacios alternativos aparecen como vectores para las conexiones y la creación colectiva. Estudiando al espectador emancipado de Rancière, mientras me mecía en la hamaca una de estas tardes calurosas luego del almuerzo, leí:

Les es ofrecida, de la misma manera que puede serlo una Virgen florentina, una escena de taberna holandesa, una fuente de frutos o un puesto de pescados; de la misma manera en que lo serán más tarde los ready-made, las mercancías transformadas o los afiches despegados. De allí en más, esas obras están separadas de las formas de vida que habían dado lugar a su producción: formas más o menos míticas de la vida colectiva del pueblo griego; formas modernas de la dominación monárquica, religiosa o aristocrática que otorgaban a los productos de las bellas artes su finalidad. (1)

En este apartado encontré también otra pista acerca de lo que percibo en LOTE I y su contraste con las curadurías inaugurales del Salón en La Tertulia y es justamente esa distancia que crea el vaciamiento del discurso de los objetos en La Tertulia, que me atrevo a afirmar, opera de forma inversa en LOTE I, pues el vaciamiento – o el vacío aparente de la maloca – es precisamente lo que crea el discurso. Hay un movimiento en dos sentidos contrarios que consigue reacciones contrarias. En una experiencia los espacios están llenos de formas pero vaciadas de sentido y en el otro, el espacio está lleno de ‘vacío’ pero de formas posibles. Desde un lado del movimiento se intenta subvertir los cánones clásicos de la museografía sin lograrse y desde el otro se consigue sin hacerlo explícito.  No quiero decir con esto que una forma sea mejor que la otra, sino que las estrategias elegidas consiguen efectos distintos. Es a esta separación a la que me refiero en la primera entrada que publiqué al mencionar los objet trouvé y que es cuestionada por Juan Sebastián Ramírez como Argumento ad novitatem en Breve manual para un perfecto argumento ‘ad chontadurum’. Por supuesto muchas cosas se escapan de la lógica (este blog no pretende ser un repositorio de lógicas) al igual que la distancia mencionada por Díaz presente en las curadurías del Salón en La Tertulia, distancia que a falta de lógica hace que las propuestas resulten confusas para artistas y público.

Ambas propuestas, tanto las curadurías de La Tertulia como las intervenciones en los espacios públicos o alternativos hacen parte de la propuesta del 15vo Salón Regional Zona Pacífico. La polaridad deja entrever marcados desaciertos y laureados aciertos, críticas a favor y críticas en contra, lo que salieron al rescate y los que salieron a condenar, los que lo tomaron como patio de recreo y los que lo tomaron como tema de estudio, los amigos de unos y los amigos de los otros, y en la mitad todos los matices posibles.

Entre esos intentos de críticas salvadoras a toda costa encontré el texto de Juan Cárdenas que luego es comentado por dos colectivos para corregir los datos que Cárdenas había escrito a la ligera. Y no solo me llamó la atención su descuido, sino su bondad cínica que hizo expresa en un comentario respuesta, que además editó un día después: «Lamento el equívoco. Es muy difícil comentar tantísimas obras, tantísimo material y a veces se incurre en imprecisiones». En el comentario inicial Cárdenas además decía que estaba en mil cosas y que quién no comete errores si termina de escribir el texto a las 2 de la mañana. Esto dejó en evidencia la superficialidad y ligereza de su discurso pese a ser ganador del premio de crítica y ensayo, también la manera en la que algunos de estos textos han comenzado a circular en blogs como este o en la esfera pública del arte.

Tras las formas discursivas también operan microeconomías y micropoderes de los que no escapamos aún cuando pronunciemos una marcada diferencia o flujos contrarios. Celebro cómo en Cali estos flujos crean nodos de tensión y fuerza, pero también pienso que esos nodos no dejarán de pasar a la historia y convertirse como Rancière más arriba me los sugiere: en una colección de objetos clásicos o clásicos de la provincia. Los mismos nombres mencionados por las mismas instituciones. Sospecho que hay otros nombres, otros artistas que aún se escapan a la gran lupa.

Por lo pronto habría que dejar de echarle la culpa a unos, a otros, a un crítico y a un curador y aceptar que el público también puede ser crítico y exigente, pero también respetuoso.

(1) 2011, Rancière Jacques, El espectador emancipado, Buenos Aires, Manantial, (pp. 60, 61)

La pelea y el bochinche… no hacen falta

Al menos con todo este bororó la gente se está reuniendo, hablando, compartiendo ideas, opiniones y sentires así como en el barrio cuando charlamos los vecinos, el problema es que no todas las veces es de manera generosa y positiva o al menos con rigor. Para nada estoy de acuerdo con el bochincherío que se armó que ha llegado a inundar al chismógrafo digital por excelencia de toda clase de improperios en una horda que escuchó al caído caéle. Están claros los errores tácticos que cometieron los aventurados curadores del 15vo Salón Regional Zona Pacífico, pero ello no da para fomentar el matoneo, si bien los curadores deben asumir su responsabilidad. Nosotros por ejemplo en el vecindario nos colaboramos.

Como lo he mencionado en una entrada anterior, la reflexión crítica es también una responsabilidad ética que debe permitir un diálogo humano en aras de la construcción nuestra cultura, que de el valor de alejarse de las cuevas mezquinas y egoístas de pseudoartistas para atreverse a trabajar con otros fortaleciendo el medio artístico de la región. En lugar de colaborarse unos a otros parece que muchos están más interesados en viciar el medio, el problema es que así nadie sale de la olla. Por otro lado es pertinente considerar que la crítica no es exclusiva de críticos o expertos, sino que cada persona individualmente tiene la libertad de formarse su propio criterio, así como mis amigas del grupo de la tercera edad a las que les encanta ir a las exposiciones y luego sentarse a charlar.

Mientras el mal bochinche se extiende, otros procesos se vienen dando bien desde lo institucional o lo autogestionado que me plantean las cuestiones sobre ¿cómo logran sostenerse estos colectivos en el tiempo?, ¿cómo gestionan sus recursos? y ¿cuáles son sus principales necesidades para seguir existiendo?. Estas preguntas están tras la línea curatorial originalmente propuesta por los curadores del Salón y valdría la pena no solo visibilizar estos procesos, sino llegar a un análisis más profundo desde la investigación que de cuenta de ¿por qué Cali continúa siendo una ciudad de explosiones culturales efímeras que se difuminan fácilmente en el tiempo?, ¿qué nos lleva a repetir las misma dinámicas?, ¿qué es lo que hay tras todo esto? y ¿cómo conectarlo con nuestro pasado reciente?.

Cuando asisto a eventos como El encuentro de cineclubistas y coleccionistas pienso que estos colectivos vienen trabajando muchas veces desde la periferia gracias una gran pasión, gestionando los pocos o muchos recursos de los que disponen con el sueño de estar más cerca del público, de los barrios, de la gente, que es a donde deberían llegar las ofertas culturales. Pero también veo la gran dificultad de estar todos los días en la lucha viendo a ver si alcanza para el cilantro del almuerzo o no. Considero que allí hay una responsabilidad importante por afrontar tanto por la Secretaría de Cultura de Cali, por las demás instituciones culturales y educativas de la ciudad, así como por el resto de la comunidad artística, para apoyar a estas personas que de buena voluntad están realizando una labor titánica: contribuir desde el cine a reparar nuestro tejido social tan fragmentado y descuidado.

Estos líderes culturales armados de valor y un gran corazón llegan a lugares apartados de Cali y desde la generosidad y lo precario logran aportar a la vida de unos pocos o muchos caleños que trabajan día a día con el sudor en sus frentes para llevar el pan a sus hogares. Si la pregunta inicial era cuestionar la idea del arte como objeto, pues serían estas prácticas alternativas las que deberían estar saliendo en los titulares de noticias o en los muros de Facebook y no la peor cara que se está mostrando al resto del país, si es que aún alguien se interesa por el bochinche del periódico de ayer.

Como dice mi vecina a otra cosa mariposa, ahora a imaginar alternativas.

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Cuando no haya qué echarle a la olla haz un poco de arte

No es la primera vez que todo está en crisis. En el 2014 Cali vivió una nueva crisis en algunas instituciones culturales y artísticas en la ciudad, Bellas Artes, La Biblioteca Departamental, Incolballet… (para no hablar de un pasado más lejano como las crisis presupuestales de La Tertulia o de la Secretaría de Cultura) la situación se vio crítica tanto que se pusieron en cuestión también las labores de MinCultura y de la Bienal de Danza. El tema principal era que no había plata, que el Departamento del Valle del Cauca no había girado para pagar a los profesores, que aún con que pagaran una vez no se sabía a ciencia cierta si iba a seguir pagando y estas y otras consideraciones de temas presupuestales a lo grande que salen del bolsillo de los vallecaucanos y de los colombianos.

Pero más allá sobre qué institución fuera la responsable o la más damnificada siempre me pregunté ¿qué pasó con ‘los artistas’?, pues solo ví a algunos profesores y estudiantes saliendo a marchar esporádicamente, ¿y el resto?. Supe que algunos colectivos de la ciudad invitaron a charlas abiertas, reuniones, talleres, entre otras actividades para hablar del ‘Panorama actual del arte en Cali’, el resultado: casi nula asistencia de los artistas de la ciudad, ni siquiera los estudiantes que estaban en paro y no tenían clases. Pienso que no necesariamente el arte deba gustarle a la gente, o que siempre deba tratar sobre temas sociales o políticos de esos que nos aquejan a diario a los colombianos, pero creo que incluso a los artistas más individualistas en algún momento les llega la hora de hacer el almuerzo e ir a comprar cilantro para echarle a la sopa, entonces ¿de qué vive un artista?.

Ahora que se armó el bochinche y que llegó a oídos de la esfera pública todo el mundo se queja del 15vo Salón Regional Zona Pacífico, se echan el agua unos a otros cuando en últimas todos estamos en la misma olla, en Cali quiero decir. Cuando el año pasado se convocó para hablar de lo que pasaba con el arte en Cali pocos artistas quisieron ensuciarse las manos para preparar los otros ingredientes del plato como la política pública cultural y la educación. Parecía que el arte se había quedado allá en el museo/mausoleo ya muerto y petrificado con condiciones climáticas para no cambiar nunca más. Objetos y no procesos.

El concepto de lo participativo debería seguir estando en las dinámicas de los Salones Regionales y del Salon Nacional, pero habría que preguntarse ¿cómo quieren participar los artistas? y si quieren participar. Democrático es abrir la convocatoria para que sea pública y la gente pueda acceder a los recursos públicos que pagamos diariamente en los impuestos, pero irresponsable es desentenderse del proceso, mandar la plata desde Bogotá y que cada región asuma lo propio. Por supuesto estamos en un proceso de ensayo/error para ir aprendiendo y no creo que solo unos pocos en el país deban ser los responsables de decidir qué se muestra del arte nacional y regional, tampoco que siempre sean los mismos que se repitan una y otra vez, entonces ¿cómo hacer que los artistas, curadores, críticos y gestores locales estén más capacitados para asumir retos como este?, ¿cómo apoyar a las nuevas generaciones en esta crisis?. Ahora toca proponer posibles soluciones.

Viendo desde la distancia gracias a internet, acá mientras preparo el almuerzo, visito las páginas o blogs de otros Salones Regionales (escuela, efímero, oriente) y me impresiona ver que muestran el desarrollo de procesos de integración del arte y la cultura en espacios alternativos, que tenían un texto curatorial y de investigación claro y con sentido y sobre todo que tienen material para mostrar, cosa que desde hace apenas pocas horas ha comenzado a pasar en las luciérnagas; así que de pronto el problema no estuvo en los jurados del la convocatoria de MinCultura, sino de quienes asumieron el reto y en su forma de abordarlo. Cuando pienso que Reuniendo Luciérnagas se inspira en Caliwood, también pienso que esto ya ha cumplido 40 años, que la ciudad ha cambiado mucho desde entonces y que si bien persisten ciertas dinámicas arraigadas a la idiosincracia caleña, ya deberíamos dejar descansar en paz a Andresito Caicedo (autor que amo) para no quedarnos como angelitos empantanados revolcándonos en la oscuridad.

Sospecho también que otras actividades convocadas por este 15vo Salón Regional Zona Pacífico como las relacionadas al cine o a la radio están allí como un relleno que los curadores pusieron para justificar un agenda y así como las mismas dinámicas de MinCultura, mandar a otros artistas y colectivos a que resuelvan eso de ‘lo participativo’, porque estos proyectos ya han venido funcionando con o sin ayuda del Salón regional o de sus curadores, pero bueno quizá todo haya sido una idea de buena voluntad para visibilizar estos valiosos procesos culturales a nivel nacional, lo cual es válido.

Ahora que a nivel mundial nos venden las políticas de austeridad que ya comienzan a tocar fuertemente incluso desde lo cultural a países como México en Latinoamérica para no irnos tan lejos y hablar de Grecia, de España o de Canadá, ojalá no lleguen también a territorio colombiano que apenas si los rubros públicos por fin están tocando los tejidos apartados del centro de Bogotá. La crisis continúa…